2016 Marzo : El primer Cardenal Haitiano
Chibly Langlois, el primer cardenal haitiano
Se preguntó “¿Quién puede comprender el drama de este pueblo crucificado en su
historia y quién debe realmente ayudarle a encontrar
un futuro mejor?”.
Chibly Langlois es el primer cardenal
haitiano de la historia de la Iglesia. Es el actual Obispo de Les Cayes y
también el presidente de la Conferencia Episcopal de Haití (CEH). El 12 de
enero de 2014, el Papa Francisco le incluía en la lista de los 19 nuevos cardenales
que crearía en el primer Consistorio de su Pontificado, el 22 de febrero
siguiente.
Langlois nació el
29 de noviembre de 1958 en la localidad de Vallée, en Jacmel, en el
departamento del Sudeste. Ingresó en el Gran Seminario de Notre Dame en Puerto
Príncipe en 1985, donde estudió filosofía y teología. Fue ordenado sacerdote el
22 de septiembre de 1991.
Entre 1991 y 1994
fue Vicario de la Catedral de Jacmel, y director del servicio pastoral
diocesano de catequesis entre 1993 y 1994. Entre 1994 y 1996 se fue a Roma
donde estudió teología pastoral en la Pontificia Universidad Lateranense.
En 1996 fue
designado administrador de la formación pastoral y catequética diocesana. En
1999 fue enviado al Santuario de la Inmaculada Concepción en la zona Des
Oranger y fue profesor de teología pastoral en el Gran Seminario de Notre Dame
en Turgeau.
Fue nombrado Obispo
de Fort-Liberté por el Papa Juan Pablo II el 8 de abril de 2004, recibiendo la
ordenación episcopal de parte de Monseñor Hubert Constant, el 6 de junio del
mismo año.
La Conferencia Episcopal
Haitiana que preside el nuevo cardenal aseguraba que al igual que Jesús, muchas
familias haitianas “siguen huyendo, afrontando el peligro de su
vida y atravesando fronteras y enfrentándose a la humillación, el rechazo, la
exclusión y la negación de sus derechos más elementales”. “En su expatriación,
en búsqueda del bienestar, encuentran el maltrato, la xenofobia e, incluso, la
muerte”, decía el texto difundido en navidad por la CEH.
“Seguimos
generando entre nosotros situaciones de desconfianza y de exclusión que
paralizan nuestro presente, amenazan nuestro futuro y alienan nuestras
relaciones con Dios, con nosotros mismos, con el prójimo y con nuestro
entorno”. Las luchas
por el poder, la falta de respeto hacia las normas y hacia las leyes, la
degradación moral y la delincuencia, así como “una intolerancia creciente hasta el punto de
despreciar al otro y la polarización política, corrupción y desorden
administrativo”. Fue uno de los promotores del diálogo ante las
frecuentes protestas impulsadas por los detractores del presidente, ejerciendo
de mediador en la crisis haitiana y entre el máximo dirigente de Haití, la
oposición y el Parlamento.
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